Los malos hábitos que pueden adoptar los niños desde que nacen, pueden producir alteraciones en el crecimiento de los maxilares. Por ello, es importante acudir a las revisiones desde bebés para evitar estas conductas y conocer consejos para corregirlas.
Entre los tres y los cinco años podemos tratar hábitos y malas mordidas que, si se mantienen en el tiempo, producirán malformaciones más severas, más difíciles de corregir y más costosas. Algunos de estos malos hábitos son: chuparse el dedo, mantener tetinas y chupete más allá de los tres años, una mala posición de la lengua al tragar, la respiración oral o el bruxismo.
A los siete años, cuando ya han salido los primeros dientes definitivos y el niño está en un momento de crecimiento, podemos tratar anomalías dentales y alteraciones de los maxilares con tratamientos interceptivos de primera fase, con los que corregir mandíbulas adelantadas o retrasadas, dientes salidos, paladares estrechos, etc.
Cuando termine esta primera fase de ortopedia habrá un descanso de aparatología para que los dientes terminen de salir y decidir si el niño necesita o no una segunda fase de ortodoncia más adelante.